miércoles, 4 de enero de 2017

LA ESTATUA


Fernando había llegado hasta allí atraído por la historia de la fuente. Se decía de ella, que sus aguas cristalinas tenían la virtud de mostrar la verdadera belleza de uno mismo al bosque; el mismo bosque desde donde nacía saltando alegre entre rocas orondas y lisas por el desgaste, vestidas con aquel terciopelo verde y elegante del musgo.
Los helechos de más de un metro de altura y que bebían de sus aguas, eran la clara certeza de la virtud de aquellas gotas de vida, que se unían en un riachuelo juguetón. Adornaban los márgenes de la misma rivera, que más tarde convergía en una profunda fosa natural, socavada en un gran pedrusco del corazón de la floresta. Formaba un estanque natural precioso, convertido en el espejo del cielo, como si un desconchón del mismo hubiese caído.
Un lugar encantado en el que el aire se detenía flotando, y los escasos rayos del sol que las copas de los enormes robles dejaban pasar entre sus ramificaciones, pintaban las paredes de cristal del lugar con finos barrotes luminosos.
Maquilladas por aquella luz, aleteaban perezosamente mariposas de colores ocres y amarillos, llamando la atención de cualquier ojo que rondase los alrededores. La melodía de aquel repiqueteo acuático, era acompañada por el croar de multitud de ranas y sapos, rasgando el silencio del entramado arbóreo en una sinfonía que invitaba a relajarse rodeado de tanta maravilla. Anfibios de un colorido idóneo de marrones y verdes, saltaban en una danza sinsentido en busca de las señoriales mariposas.
La belleza que ofrecía el espíritu de la flora y fauna reunido en torno a aquel reguero de brillantes lágrimas, se le antojó sublime, y merecedora de la leyenda convertida en poesía desde hacía muchos años. Su cáliz de la vida estaba frente a él de una manera tan natural y sencilla, que no pudo creer que llegara hasta allí de una forma tan anodina, como fuera poner un pie tras otro caminando, cuando estaba claro que había llegado hasta el cielo. Un pedazo de cielo.
Inspiró con fuerza llenando sus pulmones de aquel perfume, tratando de diferenciar en aquella porción de aire los diferentes carices de todos los aromas que lo componían. Dio un nuevo paso al frente, recortando la distancia que lo había separado tantos años de anhelo de aquel grial encantado, y se arrodillo con cuidado, mimo, y con la intención de no variar ni un ápice con su huella aquel paraje.
Introdujo el índice de su mano derecha despacio en el estanque, atemorizado por romper aquel cristalino reflejo, disfrutando del contoneo de los nenúfares y comprobó, que el agua estaba gélida. El calor de finales de aquella primavera lo había castigado sin compasión hasta su destino, aunque ahora todo el bochorno se había esfumado tan sólo al comprobar la temperatura del agua. Atrás quedaban los años de búsqueda de la fuente. Las interminables horas de visionado de fotos, postales, pinturas y dibujos, para encontrar al menos una pista de ella.
La primera vez que la vio, fue una navidad, en un expositor de postales de un aeropuerto y se enamoró perdidamente. En aquel entonces contaba con ocho años y otros veinte después, por fin había llegado hasta allí. Los años intermedios no contaban para él, los había pasado comprobando lugares plasmados de una u otra manera en papel.
Sus compañeros de estudio, lo habían martirizado tratándolo de retrasado, por su afición a mirar cualquier imagen con detenimiento; punto de partida para todas las burlas y bromas pesadas, que tuvo que soportar durante aquel tiempo. Su buen corazón y templanza, no habían sido óbice para aquel martirio incompasible.
Al recrear de nuevo su vista, no pudo por más que simbolizar toda la estampa con su vida, miraba las ranas deambular sinsentido, saltar en busca de algo que sabían era de difícil acceso. Su mente relacionó el comportamiento con sus compañeros de clase, un montón de entes sin rumbo ni justificación que se mueven casi por inercia, siguiéndose unos a otros sin un fin que alcanzar ni un objetivo en sus vidas. Por otro lado, veía revolotear las hermosas mariposas con mayor o menor gracias sobre ellos, de una manera algo arrogante, pero seguras de su protección, lejos del ganado maleducado y pueril. Por el contrario ellas se veían superiores, graciosas y educadas, quizá más arrogantes de lo que pudiera haber supuesto en un principio.
Frunció el ceño, había pensado que si tuviera que encasillarse en uno de los dos grandes grupos diferenciados, estaría indiscutiblemente en el de las mariposas. Siempre había sido una víctima, un bufón sin elección para todos, no sólo para los crudos sapos, sino también para las vanidosas mariposas que siempre lo habían ignorado.
Así que estudió con más detenimiento, buscó cual sería su sitio allí. Es posible que fuera uno de los robles, esos árboles de raíces fuertes y que sus troncos se alzaban con maestría por encima de todos, lejos de aquellas discusiones banales del populacho. Pero no era así, él no había estado nunca por encima de sapos y mariposas, siempre le habían afectado todos los comentarios despectivos y las afrentas que había recibido.
Miró el lago, siempre debajo, soportando las salpicaduras de unos y la ignorancia y recelo de otras, volviendo a la calma sin perder la compostura cristalina y segura de su superficie lisa y prefecta. Tampoco se vio reflejado en él, aunque sí en su superficie y es cuando lo entendió:
Se vio a sí mismo en aquella postura, con el dedo hundido en sus aguas y aun así, sin romper el espejo de su superficie, disfrutando de la imagen que tanto había soñado. Paralizado por el momento de comprensión. Impertérrito. Con la vista en el estanque.
Pasmado ante las aguas. Quieto entre los sapos y las mariposas. Sin pertenecer ni a unos, ni a otras. Sin ser fuerte como los robles, ni ausente como el estanque.
Reflejado en la superficie, blanco, paralizado; como había sido en su vida, observador.
Él era la estatua.                                

jueves, 5 de julio de 2012

Opinión sobre unosYceros







-No quiero que se tergiversen las palabras que voy a decir a continuación, así que no piensen que hay intenciones escondidas entre esta explicación:
Como muy bien nos ha recordado nuestro amigo, -insistió una vez más-, una célula muerta no es posible revivirla. Por lo tanto no es posible vivir eternamente, puesto que las células morirán alcanzando una edad, y eso hará que nos fallé el riñón, el corazón, los pulmones o lo que sea. Incluso el cerebro funcionará defectuosamente conforme vayan muriendo.
¿Y si les dijera que los Nanobots podrían realizar el trabajo de estas células conforme vayan dejando de funcionar? Ahora les lanzo yo a ustedes una pregunta:
Llegaría un momento que tendríamos más Nanobots, o células artificiales, que naturales. ¿Creen ustedes que dejaríamos de ser humanos?, ¿que nuestra alma se escaparía de nuestro interior?, ¿que nos convertiríamos en Ciborgs o Robots?, ¿terminaríamos perdiendo el control de nuestro cuerpo, y pasaríamos a ser prisioneros en nosotros mismos?
Como una bomba cayeron aquellas preguntas sobre la multitud.




Así termina el primer capitulo de unosYceros, un libro que ante todo te va a atrapar desde el principio.
Invito a los lectores poco habituales de ficción, que lean los tres primeros capitulos y lo dejen. Os aseguro que no podreis, entre sus páginas se esconde una historia mucho más interesante de lo que puedas esperar.
Me gustaría que los lectores, dén su opinión sincera sin desvelar nada de la trama (spoliers) a continuación. 
Como siempre dice Stephen King: Y ante todo señor lector, muchas gracias.


 
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Edito la entrada para añadir una reseña que he visto en la web sobre la novela:

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